Acer monspessulanum L. también conocido por:
- Arce de Montpellier
- Mundillo
- Acirón
- Trokrpi javor
- Afre
- Arce
- Azar
- Duron
- Sacere
- Uro
El arce de Montpellier (Acer monspessulanum) es una especie de árbol caducifolio que pertenece a la familia de las sapindáceas. Su nombre científico hace referencia a la ciudad francesa de Montpellier, donde fue descrito por primera vez por el botánico Carlos Linneo en 1753. Sin embargo, su distribución natural abarca toda la región mediterránea, desde Marruecos y Portugal hasta Turquía y el Líbano, y por el norte hasta los montes Jura y el Eifel. También se le conoce por otros nombres comunes, como enguelgue, mundillo, acere duro, ázar o retembladera.
El arce de Montpellier es un árbol de tamaño medio, que puede alcanzar entre 10 y 15 metros de altura, aunque rara vez supera los 20. Su tronco tiene una corteza gris oscura y suave en los ejemplares jóvenes, que se va agrietando con la edad. Sus ramas son delgadas y flexibles, y su madera es muy apreciada por su dureza y resistencia. Sus hojas son pequeñas, de unos 3 a 6 centímetros, y tienen forma trilobulada, es decir, con tres lóbulos redondeados. Son de color verde oscuro y tienen una textura un poco porosa. En otoño, cambian de color y se vuelven amarillas, naranjas o rojas, antes de caer al suelo.
Las flores del arce de Montpellier son pequeñas y amarillas, y se agrupan en racimos colgantes de unos 2 o 3 centímetros. Florecen entre abril y junio, y son polinizadas por el viento o por los insectos. Los frutos son unas disámaras, es decir, unas estructuras aladas que facilitan la dispersión por el aire. Cada disámara tiene dos semillas rodeadas por dos alas planas y casi paralelas entre sí, que miden unos 3 centímetros. Los frutos maduran entre septiembre y octubre, y se desprenden del árbol con facilidad.
El arce de Montpellier es una especie adaptada al clima mediterráneo, con veranos calurosos y secos e inviernos fríos pero no extremos. Prefiere los suelos calizos y bien drenados, y tolera la sequía y el fuego. Se suele encontrar en bosques mixtos con otras especies típicas de la zona, como encinas, alcornoques, pinos o madroños. También se cultiva como planta ornamental en jardines grandes o parques públicos, donde destaca por su belleza y su sombra. Además, se utiliza como planta para bonsái, debido a su lento crecimiento y al tamaño reducido de sus hojas.
Para cuidar el arce de Montpellier en un jardín o en una maceta, hay que tener en cuenta algunos aspectos básicos:
- Ubicación: hay que elegir un lugar con buena iluminación, pero sin sol directo durante las horas más fuertes del día. También hay que evitar las corrientes de aire o los vientos fuertes.
- Suelo: hay que usar un sustrato rico en materia orgánica y con buen drenaje. Se puede añadir algo de arena o grava para mejorar la aireación. El pH debe ser neutro o ligeramente alcalino.
- Riego: hay que regar con moderación, manteniendo el suelo ligeramente húmedo pero sin encharcar. Se puede reducir el riego en invierno, cuando el árbol pierde las hojas.
- Abono: hay que aplicar un abono orgánico o mineral cada dos meses durante la primavera y el verano, siguiendo las indicaciones del fabricante. Se debe suspender el abono en otoño e invierno.
- Poda: hay que podar el árbol cada año al final del invierno o al principio de la primavera, eliminando las ramas secas, enfermas o dañadas. También se puede recortar el crecimiento excesivo para darle forma al árbol.
- Plagas y enfermedades: el arce de Montpellier es una especie resistente, que no suele tener problemas graves de plagas o enfermedades. Sin embargo, puede ser atacado por algunos insectos, como pulgones, cochinillas o ácaros, o por hongos, como el oídio o la roya. En estos casos, hay que aplicar el tratamiento adecuado lo antes posible, siguiendo las recomendaciones del vivero o del especialista.
El arce de Montpellier es, sin duda, un árbol muy atractivo y fácil de cuidar, que puede aportar un toque de color y de naturaleza a cualquier espacio. Si te animas a tener uno, no te arrepentirás.
